¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor!
Salmos 36:7
Hoy de mañana, mientras viajaba en el autobús rumbo al CADEC, pensaba en las cosas sencillas y simple de la vida.
Y recordé los domingos matinales de mi niñez, y el despertador de mi madre; la alabanza de los Heraldos del Rey y la voz del Pr Milton Peverini, en La voz de la esperanza.
A mitad del programa, oíamos subir la escalera del 2° piso. Y automáticamente nos alistábamos -mis cinco hermanos y yo – a recibir el desayuno a la cama. Hoy lo recuerdo y vuelvo a sentir la sensación de cobijo y de calor. De mucho amor de mi madre.
Y para no ser injusto con mi padre, recordé la primera vez que viajé a Santiago, por ahí por el 94. Salir de Cauquenes a la “capital” fue todo un suceso.
Mi padre, esa mañana me sorprendió… fue por mí al colegio.
Estaba en artes pintando un “mickey mouse” de yeso. De pronto, mi tía Elia (de quien he contado en algún momento) me dijo:
Félix, tu papá viene por ti.
Extraño, por decirlo menos.
Apenas salgo, me dice:
-Nos vamos a Santiago.
Me puse tan feliz, que lo único que atiné a hacer, fue entregarle mi ratón recién pintado. Una reacción de gratitud.
Apreciadas y apreciados Colegas.
Y ustedes, ¿qué cosas simples y sencillas de la vida, gustarían recordar? Abrazos, besos, caricias, detalles, sorpresas, complicidad, mejillas sonrojadas, no sé… tantas.
Hoy, al permitirme este momento, quiero dejar con ustedes una:
Dios te ama.
¿Y saben? Estoy seguro que las cosas lindas y sencillas que a veces pasan invisibles, están escritas por su mano, con la letra más linda.
Félix E. Jara Retamal
Director
Colegio Adventista de Concepción