
Quita un eslabón y la cadena se romperá. Saca del juego a un jugador y el partido probablemente se perderá. Elimina el microchip de tu teléfono, y este dejará de funcionar. ¿Cuál es la lección que se debe aprender de todo esto? Que todos esos componentes son imprescindibles. Trasplantando eso a la esfera humana, la lección es que nos necesitamos unos a otros.
El poeta inglés John Donne de finales del siglo XVI y comienzos del XVII escribió que «nadie es una isla».
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. —1 Corintios 12:27.
Como creación de Dios eres único, también tú desempeñas un papel importante en la obra de Dios. Nunca te consideres innecesario. Hay una función exclusiva que te ha sido asignada. No obstante, no olvides que esa función no debe ser realizada de manera separada del resto de los miembros del cuerpo de Cristo. No actúes como si estuvieses solo.
Hay mucha sabiduría en que reconozcas la conveniencia de apoyarte en otras personas, y más aún en que tengas la disposición de ser un apoyo para los demás. Sé lo suficientemente generoso para dar. Sé también lo suficientemente humilde para recibir. Sé honesto para confesar tus faltas y estate siempre dispuesto a perdonar los errores de tus semejantes.
El amor y la aceptación, la tolerancia y la comprensión, el entendimiento y la paciencia no son elementos opcionales en la vida del cristiano, es la voluntad de Dios que tú y yo manifestemos esas virtudes en nuestro trato con todos.
Deléitate en servir y ayudar a otros. Mira con admiración las cosas buenas que tiene cada cual y gózate hablando bien de los demás. Sé paciente cuando te encuentres en situaciones difíciles. Ora constantemente. Cuando los hijos de Dios tengan necesidades, sé tú la mano de Dios para fortalecerlos y ayudarlos.
Recuerda hoy que nadie ha sido creado para vivir de manera independiente. Nos necesitamos unos a otros. Deja de vivir separado de los demás. Aprende a vivir junto a tus hermanos.